miércoles, 14 de septiembre de 2011

Con la luz apagada.




No sé por qué no entiendo de juegos cuando me toca jugar con barajas de póker... Nunca he entendido y sé que nunca lo haré. 

Esa noche jugaste a que me enseñabas mientras yo jugaba a que aprendía. Me voy a sincerar: mi mente sólo estaba concentrada en lo que iba a suceder. 

Tenía el as de corazones, pero ya sabes, las cartas estaban marcadas desde antes.

Apagaste la luz, y sin pensarlo mucho me abalancé sobre ti. Estaba decretado que, al menos esa noche, serías exclusivamente mío. 

No pude resistir más la urgencia de mi cuerpo, el rumor secreto de mis entrañas y el miedo y el ansia atolondrada de huir corriendo de allí y al mismo tiempo de quedarme para siempre en aquel silencio de gemidos exasperados y placer maldito y esclavizante. Con la obscuridad de cómplice, disfruté de una forma soberbia y poco descriptible de cada uno de tus besos, de tus abrazos, de tus gemidos, de tus movimientos, de tus susurros y de los agitados latidos de tu corazón. 

 Me gustó que luego de aquella madrugada escarlata te despertaras por la mañana para desayunarte mis entrañas junto con tu croissant y tu café, masticándome detenidamente y tragándome despacio, apostando a que no iba a gritar con cada mordida que me dieras, ya que tu familia estaba afuera.

Sí, ya sé que no eres mío, nunca lo fuiste…
Cómo también sé que mutar en cadáveres ahora no tiene lugar en nuestras vidas puesto que los dos venimos de largos desamores olvidables.

Continuaré con mi brecha de sinceridad:

Creo que todavía te quiero
y te quise ayer
¿Para qué andar con vueltas? 
Creo que mañana también te voy a querer...

2 comentarios:

  1. Buenas palabras para describir ese juego que todos hemos jugado y con la pasión en cada frase que hace que añoremos la siguiente mano con impaciencia.

    ResponderEliminar